De fruto a semilla

En referencia a la mencionada ecuación de Frank Drake, para esta época en los albores del siglo XXI, nuestra humanidad todavía no se cuenta entre ese número de civilizaciones avanzadas con la que otros posibles mundos puedan contactarse porque de los siete factores que involucra la ecuación, aún no hemos superado el último, pues estamos en ese punto crucial en el que nuestras acciones nos llevarán por el camino de la evolución o menos probablemente, el de la extinción.

Para los hipotéticos habitantes de lejanos barrios en el universo, nuestra civilización no existe y si en nuestra reiterada insensatez derivamos hacia la autodestrucción, ni siquiera habremos existido alguna vez; pero si en cambio logramos imponernos al letargo que nos está empujando en esa dirección, en un esfuerzo por reconocer que estamos destinados a más altas dignidades, veremos más bien el final de nuestra etapa fetal para asistir a nuestro verdadero nacimiento como civilización, el momento del alumbramiento en el que habrá que despojarse de muchos condicionamientos para transformarnos en seres verdaderamente positivos con capacidad para aportar al desarrollo del universo que queremos descubrir. Nuestra participación en él requiere de un nuevo atuendo sin el cual no será posible traspasar nuestras fronteras, y a pesar de la gran cantidad de maldad de que el hombre es capaz y del creciente deterioro de nuestra sociedad, hay suficientes motivos para pensar que nuestro destino nos reserva una oportunidad de sobrevivencia. En unas cuantas décadas o siglos, lo que nos identificará como individuos será muy distinto de lo que hoy nos define; nuestros valores y actos estarán fundados en lo verdaderamente humano y nuestro conocimiento y visión de la vida se habrán expandido exponencialmente, con lo que los objetivos trazados estarán acordes con los de la evolución universal.

Para un momento de ese hipotético futuro, el ser humano habrá trascendido conscientemente a un nivel mental en el que todas las personas estarán íntimamente conectadas en una relación holística y tendrán un conocimiento más real sobre la conformación física y energética del universo en su conjunto. Nuestra tecnología habrá pasado del uso exclusivamente material a involucrar las cualidades del pensamiento y la conciencia que permitirán una relación más cercana con otros lugares en el universo, a donde será posible desplazarse entre las geometrías de múltiples dimensiones y participar activamente en la preservación y propagación de la vida que contribuye a la constante evolución.

El género humano no estará limitado al planeta tierra. En los primeros pasos para colonizar otros mundos será la luna nuestra principal huerta y despensa, los recursos de varios planetas en el sistema solar y sus lunas serán explotados con actitud sustentable en tanto se establecerán comunidades en lugares como Marte, Ganímedes, Europa y Encélado, confinadas en extensos hábitats que recrearán las condiciones necesarias para la vida humana y que serán la base experimental para la posterior expansión del género humano por otros parajes del universo en donde les perderemos el rastro a las generaciones del porvenir que en su incesante adaptación, conservando su identidad e historia, irán transformando su apariencia física y su psicología, dando lugar a una multiplicación espontánea de razas inimaginable, las cuales también podrán intervenir química y biológicamente su propia genética y la de cualquier otra especie, aunque con propósito evolutivo, según lo dispuesto por su elevado grado de conciencia.

De acuerdo con las teorías de la ciencia que presuponen un espacio universal ilimitado o al menos inscrito en una geometría fractal autorreferente y multidimensional en la que el tiempo no está determinado por los conceptos de pasado, presente y futuro, sino que es comparable a la imagen de un camino en el que un viajero puede desplazarse desde su posición presente, en cualquier dirección recorrida o por recorrer y por tanto, encontrarse con otros viajeros en cualquier parte del camino; vayamos entonces hasta un recodo muy avanzado en el que podremos acercar un momento de nuestra posible evolución con otra senda ya transitada:

Transcurre el siglo 24 en la tierra y el género humano se ha expandido como diáspora por el universo cercano dominando los límites de la velocidad de la luz y usando los agujeros negros como pasadizos entre distintas regiones estelares. Como muchos grupos de exploradores en distintos lugares del universo, una expedición de millones de personas viajando en una nave nodriza de dimensiones colosales, han atravesado por los campos de energía de agujeros de gusano en la constelación Camelopardalis y exploran un sector de la galaxia IC342 en el que han encontrado varios sistemas planetarios con vida inteligente incipiente, formada por sociedades de individuos de apariencia humanoide que han ido evolucionando durante mucho tiempo y se encuentran en distintas fases de transición hacia el uso de metales y organización social, que son de gran interés para estudio y observación.

En un sistema solar de 19 planetas han centrado su atención en Egeo, un planeta rocoso de atmósfera y litosfera similares a la tierra en el que han surgido varios grupos sociales sin contacto entre sí, entre los que hay unos pocos dispersos a lo largo del litoral y algunas islas de un amplio mar interior que destacan por los conocimientos tecnológicos del período prehistórico tardío y comienzan a expandirse por nuevos territorios. Estos pueblos comparten un fenotipo y organización colectiva sedentaria basada en la agricultura y la exploración marina, tienen una ciencia incipiente y demuestran gran curiosidad por los cuerpos celestes que observan en su cielo. Parecen una raza prometedora pero su situación moral es denigrante; no conocen el valor de la vida y el respeto por sus semejantes, es común el odio y la competencia sin ley que no les ha permitido pasar de su estado de barbarie en el que la corrupción y destrucción son la norma, debido en gran parte a la ausencia de una espiritualidad bien fundada que les induzca a descubrir su verdadera naturaleza como parte de un orden superior, más allá de su religión basada en los poderes del océano o el viento y dioses inspirados por las lunas y el sol, por lo cual parece necesaria una intervención sutil que impida su decadencia y les permita encauzar su desarrollo en una nueva dirección.

Para esto se lleva a cabo el proyecto semilla aconsejado en estos casos, que se practica con regularidad como parte de la contribución anaentrópica derivada de la responsabilidad adquirida con el conocimiento metafísico, en el que se implanta entre la comunidad un enviado excelso de naturaleza dual, nacido de una mujer nativa de condición biológica privilegiada y una simiente humana elegida entre las más apropiadas, provenientes de los hombres más elevados espiritualmente de esta generación que permanece en estado de divinidad, cuyas características permitirán engendrar un ser supremo que será educado y desarrollado bajo los parámetros de la nueva realidad humana en conjunción con las normas de la familia y sociedad de las que hará parte en Egeo, para realizar la misión de enseñar y dar ejemplo de vida, llevando la buena nueva del reino de Dios que es el universo completo, eternamente desconocido pero concebido y experimentado en su espíritu, que es el que nos ha brindado este don, el cual será inspirado en este mensajero de la misma forma que se infunde en todos los que se envían a cualquier otra comunidad cuando se hace necesario, con la esperanza que tras la experiencia, su historia tomará un rumbo mejor estructurado que sirva al propósito que se superpone a la básica conformación de una sociedad de individuos en estado material.

El principal reto en la ejecución de este proyecto está en la capacidad de lograr que estas sociedades primitivas logren comprender un mensaje de tan elevados conceptos, mediante la utilización de su insuficiente lenguaje en el entorno de un inestable sistema de valores y supersticioso entendimiento, para que permanezca como factor determinante de su crecimiento psicológico a través de generaciones y madure y se fortalezca con el tiempo hasta los lejanos días en que su propia evolución les permita concebirlo en su verdadera dimensión. Algunas de las estrategias que el mensajero pone en práctica para conseguirlo son la utilización de alegorías o parábolas en las enseñanzas verbales para expresar ideas sencillas sobre revelaciones que aún no forman parte del bagaje intelectual de los oyentes, el énfasis en el proceder de su vida diaria con la realización de suficientes acciones altruistas que sean testimonio evidente del poder creativo del amor canalizado por su conexión espiritual, entre las que el dominio de los procesos físicos es la consumación necesaria y finalmente, la inspiración entre diversos estamentos sociales e individuos para elaborar por cuenta propia los textos que recojan esos acontecimientos de su historia, de forma que se revele claramente su origen excepcional y sugiera su naturaleza mística de profunda implicancia espiritual, ineludible como referente al paso de los siglos y fundamento del aspecto religioso de una sociedad sana, que si bien a muchos les será difícil de aceptar, tampoco les proveerá de las herramientas admisibles para ignorarlo.


0 comentarios :: De fruto a semilla