De la razón áurea

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La sabiduría necesita de la belleza para manifestarse y ya sabemos que la belleza responde a formas, relaciones, proporciones y conceptos bien definidos. La estética es la manifestación del orden y por supuesto, el universo es una organización compleja en perfecto equilibrio que experimentamos directamente al participar del entorno en el que vivimos, descubriendo su naturaleza.

El mundo que nos rodea no es tan solo una construcción física, al igual que nosotros mismos, pues somos mucho más que eso. Nuestra razón de ser se arraiga en el terreno profundo de las sensaciones, los pensamientos, las percepciones, las intuiciones, que se dispersan y comunican entre las múltiples dimensiones espaciales evidenciando su existencia al dejar su huella en cada elemento. Todo a nuestro alrededor se expresa en distintos lenguajes simultáneos, interconectados a partir de la misma ley natural que hemos podido reconocer, quizás someramente pero al menos lo suficiente, para admirar su belleza hasta el punto de presentir que tras su perfección matemática hay un origen excelso.

Al usar la proporción áurea o su progresión en los campos del arte, es posible acercarse al más elevado lenguaje que impregna los elementos de la naturaleza y por lo tanto, sintonizar cada obra con la frecuencia de vibración latente que predomina en el origen de todo lo creado, permitiendo así una comunicación expedita con las personas que experimentan similares matices en su psicología y confiriendo a los que permanecen más distanciados de esta cualidad, una ventana hacia su comprensión y valoración.

Phi φ puede considerarse como un patrón de comunicación e información. Una clave que se encuentra presente en las más diversas manifestaciones: En la progresión matemática de la escala musical, en el espectro de color en la luz y el de frecuencias de ondas (utilizado en la modulación de señales de radio y televisión), en las proporciones del cuerpo humano y de los animales así como la composición física y generativa del reino vegetal, en los cristales que forman minerales con la base geométrica del tetraedro y el dodecaedro, en la construcción del genoma humano en el ADN, en la conformación de los sistemas estelares y las espirales galácticas, siendo éstos algunos de los más referenciados ejemplos entre la multiplicidad existente.


Phi φ, la proporción áurea, es el número irracional (1+√5)/2 = 1.618033988...

Una línea dividida en dos segmentos desiguales donde la longitud del menor en relación con la del mayor es igual que la de éste con respecto a la línea, demuestra la simple belleza de la proporción áurea en la que se requiere siempre que una parte sea el 0.618033988... de la longitud de la otra para que esta ley se cumpla: (a+b)/a = a/b = φ.

Siendo la arquitectura un arte mayor en el cual se involucran altas dosis de técnica y funcionalidad, es común en su ejercicio creativo darles prioridad a estas cualidades, descontando aquellas que le conceden un mayor significado, provenientes de los conceptos psicológicos, sociales y humanísticos que, por el contrario, frecuentemente se adoptan en otras artes cuya práctica de fuerte componente abstracto les permite acercarse a ellos sin renuencia, puesto que casi exclusivamente, su objetivo es la comunicación del lenguaje del alma, al cual debiera valorar más especialmente el arquitecto, teniendo en cuenta que su responsabilidad social trasciende, a partir del espacio construido, al equilibrio emocional y psíquico del colectivo humano y por lo tanto también al desarrollo social y cultural.


Aunque la proporción áurea resulta en una expresión estética, hay que notar que su razón es básicamente funcional. La disposición espiral de variadas semillas, como en el pino y el girasol para intensificar su exposición y aprovechamiento del espacio, la de las hojas alrededor del tallo de las plantas para maximizar la fotosíntesis o la del caracol en su crecimiento y movilidad, la geometría en la colmena, el ojo de los insectos o los cristales del agua, la proporción entre las falanges de las extremidades en los animales para potenciar su movimiento y la correlación de su descendencia en los géneros más fecundos, el orden de las vibraciones de los espectros sonoro y lumínico que permiten la coexistencia de múltiples ondas de frecuencia sin interferencias...

Casi en cada aspecto del orden natural se encuentra esta ley áurea como base de su estructura, y esto ocurre a todas las escalas por la propiedad fractal de las partículas integrantes, caracterizadas por su manifestación y precisión geométrica. Esto es fácilmente apreciable en la inscripción del pentángulo o estrella de cinco puntas dentro de un pentágono, conformando éstos una figura compuesta o pentáculo, cuya propiedad geométrica es la proporcionalidad áurea de sus líneas y segmentos componentes, la cual puede anidarse en sí misma, cambiando su escala pero siempre en la misma proporción, infinitamente.

Profundizando en la comprensión de esta inteligencia natural unificada en las manifestaciones de la vida, que es Phi, el ser humano se conecta con su conciencia más elevada para restaurar el significado de su oficio de una manera más acorde con la realidad y dignidad humanas. Este conocimiento ha tomado cada vez más relevancia para su aplicación en nuestras actividades cotidianas y con más razón, en aquellas que hacen parte de las expresiones en el arte, particularmente en la arquitectura por su carácter más comercial, en cuyo desempeño se atiende casi exclusivamente al lucro y el ego individual, descuidando la múltiple responsabilidad que implica construir el entorno en el que todos habitamos.

Armonía fractal en clave de Phi Ф

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Todos los conceptos, todos los idiomas, todas las palabras son insuficientes al momento de explicar la idea del todo unificado que es la creación universal; y no tan solo en cuanto a su conformación física, sino más especialmente por la cualidad vibratoria latente que la origina y se manifiesta en el pensamiento, la conciencia e inteligencia de su propio ser, caracterizado por el amor y la sabiduría, por la energía y el poder, entre los más cercanos aspectos que podemos comprender cuando nos referimos al Uni-Verso que es Dios. Sin embargo, con las herramientas que nos ofrece nuestro intelecto, al meditar sobre la naturaleza de todo lo que existe, alcanzamos a experimentar el sobrecogimiento y la admiración ante su magnificencia y la complejidad que logra a partir de lo más simple.

Antaño filosóficamente y hoy también científicamente, conocemos que el elemento base, la partícula primigenia, no es en realidad una partícula sino que más bien se puede definir como una idea que tiene la capacidad de manifestarse en cualquier forma. Cualquier cosa material e inmaterial en todas las escalas, ya sea microscópica o cosmológica, está compuesta por los mismos elementos que hacen parte del todo, como un océano de vibración inteligente cuyas gotas pueden ora formar parte de la luz, del sonido o el calor, de una emoción, ora también de una nube, de un árbol, de un ave... como parte de un cuerpo celeste o del espacio que los conecta, adaptada en intensidad y frecuencia según su interpretación dentro de una composición particular armónica.

Para que tal infinidad de elementos tengan la facultad de interactuar en perfecto orden y equilibrio para un propósito evolutivo coherente con el todo y a la vez de forma libre e independiente, el universo en su sabiduría ha creado un lenguaje preciso al que se adaptan todos los procesos y componentes en una espiral de fractalidad: Es el lenguaje de Phi φ que se manifiesta en armonía geométrica y matemática de manera formal y funcional en su diversidad estética y lógica, para indicar la pauta de las proporciones apropiadas que deben componer la estructura del mundo. Su propiedad fractal es consecuencia de este mismo orden, puesto que la construcción de un patrón solo puede derivar en la acumulación de una progresión geométrica que cambia de escala pero mantiene su integridad.

La naturaleza es el libro abierto que nos ofrece la información que necesitamos para participar en la construcción del mundo desde nuestra perspectiva humana en simbiosis con ella, como nuestra generadora y benefactora, cuyas leyes no debemos descuidar en tanto nuestro interés sea su preservación y nuestro bienestar. Todo lo que el hombre ha aprendido se lo debe al mundo que habita, que le ha provisto con el conocimiento para encaminar su desarrollo, tanto mejor obtenido cuanto más se ha acercado a imitar sus métodos en los diversos campos de la ciencia, la técnica y el arte.

El artista tiene una participación preponderante en la estructuración de la mentalidad y psicología humanas dado que el lenguaje abstracto del arte influye directamente en el subconsciente, el cual es factor del progreso cultural. El arquitecto además, es el creador del entorno en el que habita el ser humano, por lo que puede decirse que la arquitectura es el espacio artístico funcional en el que se involucran cotidianamente las personas, experimentándola individual o colectivamente tanto en sus características espaciales como temporales, de tal forma que resulta en alto grado responsable del bienestar físico y el equilibrio psicológico social que generan las condiciones para relacionarse en comunidad, de acuerdo con el modelo que presenta el ambiente en el que se vive.

Cuando están en un lugar bien diseñado, las personas en general ni siquiera lo notan, ya que en la comodidad no es frecuente reflexionar sobre las cualidades del espacio y en cambio, la atención se centra en disfrutarlo. Por el contrario, en un espacio deficientemente diseñado, con características evidentemente negativas en cuanto a su conformación, iluminación, color, temperatura, etc, no es posible ignorar cierta incomodidad. La buena arquitectura pasa inadvertida y no es el resultado del ego profesional sino de un legítimo interés por el bienestar de quienes la habitan.

La geometría es herramienta principal en la composición espacial. El uso apropiado de sus proporciones en conjunción con la funcionalidad y el manejo de la técnica, incrementa las probabilidades de obtener un buen diseño. Apreciar las manifestaciones de la Proporción Áurea y la progresión de Fibonacci definida mediante el código Phi φ en las diversas expresiones de la naturaleza para aplicarlas a la creación artística y arquitectónica, será de provecho y sentido común en la obra estética y funcional que alimenta el espíritu.